Había una vez una chica llamada Blancanieves,
que compartía un casita con los siete enanitos, dentro de un frondoso bosque.
Blancanieves aprovecho
un día de charla y reflexión entre los habitantes de la casa y les dijo a sus
compañeros que estaba muy cansada y aburrida, por lo tanto se negaba a seguir
limpiando. Prefería seguir jugando con los videojuegos y descansar viendo la
televisión. Los enanos, sorprendidos y molestos, se negaron a tal cambio.
Entonces, ella no tuvo opción y escapo de su hogar.
Luego de unos días y
sin saber a donde ir seguía merodeando por el bosque, cuando de pronto encontró
una estructura. La rodeo, se tomo su tiempo hasta asegurarse de que no corría
peligro y entonces entro. Parecía ser un gran templo.
Aunque le dio un poco de repelús tanta soledad, porque parecía abandonado,
decidió quedarse allí.
Recorrió todo ese
templo varias veces. No dejaba de pasarle la soledad, pero igual, tratando de
hacer del lugar un espacio acogedor, empezó a limpiar y ordenar a su gusto. Por
casualidad descubrió un sótano, cuando limpiando el suelo de un comedor, se
partió el piso y tuvo que sostenerse de una gran mesa para no caer. Analizando
su alrededor comprobó que en ese cuarto subterráneo había muchas maquinas,
demasiado avanzadas para ese tiempo, y además muchos botones. Entonces, se
lanzo a investigar. Tal vez la torpeza, producto de su curiosidad, provoco un
tropezón, que la hizo caer encima de algunos botones, que produjeron que cerca
de la casa de los enanitos se escuchen sonidos extraños. Blancanieves tomo esto
como una señal, y se preocupo por el bienestar de sus amigos. Entonces, pensó
que debería volver con ellos... sin antes ponerles condiciones de convivencia:
cada uno limpiaría un día a la semana, y ella también jugaría con los
videojuegos.
Fin.